27.11.09

Primavera de una fresa.

Un campo de flores balanceábanse armónicamente, como las olas en el mar. Entre ellas, una que por no ser flor era bella, casi pareciese no distinguirse de entre los pétalos. Sentada entre aquella multitud cerraba sus ojos y las olas que dejaba el viento serpenteaban su piel, cobijaban sus mejillas, haciendo flamear una y otra vez sus cabellos, perdiance sus pestañas en el movimiento. En ese mar de flores se dejo acariciar por la suavidad por vez primera, dejo que el viento desplegara su deslizar desgarrando una a una sus ropas, hasta dejarla solo envuelta en un frenesí cauteloso de placeres. En aquel mar de flores bañado por el sol se dejo perturbar la calma.
Miraba el cielo sus montañas, su blanca perfección y sintió envidia del afortunado viento. Los dedos de la joven se movieron, como unidos a la brisa, hasta su boca depositando en ella la pasión de una fresa, mordiéndola tan calidamente que las abejas detuvieron su vuelo para apreciarla. De su boca una gota se escapo prófuga por sus labios tan dulces y amados, corrió sin prisa hasta su cuello, aquel elixir como hecho por los dioses llego hasta su cáliz, presuroso el viento mordió la gota que rodaba su piel y, se cubrieron mutuos los besos esparcidos al tiempo, así hasta que las estrellas cubrieron el firmamento y murieron jóvenes la tierra y el viento.
(Zeath, octubre 2009)